MOSQUERA
HISTORIA DEL MUNICIPIO DE MOSQUERA
Los primeros habitantes de Mosquera, pertenecieron a la familia de los muiscas, estas son las características más importantes de éste grupo indígena.
Descansó principalmente en la agricultura, que constituía la ocupación básica. Las mujeres eran quienes reservaban el cultivo del campo, una costumbre de estos grupos sedentarios y que está en íntima relación con el culto de la fertilidad, en el cual éstas desempeñan un papel de gran significación.
Entre los principales productos de la tierra que cultivaban se menciona en primer término el maíz, la papa, la arracacha, la quinua, la batata, el tabaco, la yuca y el algodón, a los cuales se agregaban otros como hibias, cubios, tomates, ají, frijoles , ahuyamas, y calabazas. Tenían también gran comercio de frutas, como piñas, aguacates, guanábanas, guamas, pitahayas, guayabas, etc; a las que se aficionaron rápidamente los españoles, por su exquisito sabor y por su valor nutritivo.
La actividad agrícola como base económica de los muiscas, influyó grandemente en la organización socio-política del pueblo y en la estructura de su forma religiosa. gracias a la domesticación de las plantas, alrededor de los labrantíos se estabilizaron los grupos, hasta tornarse sedentarios, todo lo cual los llevó a un mejor conocimiento del medio, puesto que les permitió localizar los yacimientos de sal y gema y las minas de cobre y esmeraldas, a la vez que enriquecer el panteón de sus deidades y concebir la morada misteriosa de algunas de ellas en las empinadas cumbres, en las cuevas y en el fondo de las lagunas.
Descansó principalmente en la agricultura, que constituía la ocupación básica. Las mujeres eran quienes reservaban el cultivo del campo, una costumbre de estos grupos sedentarios y que está en íntima relación con el culto de la fertilidad, en el cual éstas desempeñan un papel de gran significación.
Entre los principales productos de la tierra que cultivaban se menciona en primer término el maíz, la papa, la arracacha, la quinua, la batata, el tabaco, la yuca y el algodón, a los cuales se agregaban otros como hibias, cubios, tomates, ají, frijoles , ahuyamas, y calabazas. Tenían también gran comercio de frutas, como piñas, aguacates, guanábanas, guamas, pitahayas, guayabas, etc; a las que se aficionaron rápidamente los españoles, por su exquisito sabor y por su valor nutritivo.
La actividad agrícola como base económica de los muiscas, influyó grandemente en la organización socio-política del pueblo y en la estructura de su forma religiosa. gracias a la domesticación de las plantas, alrededor de los labrantíos se estabilizaron los grupos, hasta tornarse sedentarios, todo lo cual los llevó a un mejor conocimiento del medio, puesto que les permitió localizar los yacimientos de sal y gema y las minas de cobre y esmeraldas, a la vez que enriquecer el panteón de sus deidades y concebir la morada misteriosa de algunas de ellas en las empinadas cumbres, en las cuevas y en el fondo de las lagunas.
CHIA
HISTORIA
Lleno de magia y de historia precolombina, Chía es uno de los municipios más cercanos a la capital de Colombia, fue la cuna del reino Chibcha de Cundinamarca y estuvo gobernado por caciques, más específicamente por el sucesor del Zipa de Bacatá. La mayor parte de su territorio es plano y los Ríos Bogotá y Frío conforman el sistema hidrográfico de la zona. En la agricultura predominan los cultivos de tierra fría, trigo, cebada, papas y verduras y una ganadería con propósitos lecheros. “Chía” en lengua chibcha traduce: luna, divinidad de los Muiscas.
En los recodos del río Funza y del Simca o Riofrío y el cerro de Tíquiza existió el pueblo aborigen de Chía. En 1537 llegó Jiménez de Quesada con su expedición celebrando la Semana Santa, que comenzaba el día siguiente. El 15 de noviembre de 1593 llegó al pueblo y repartimiento de Chía el Oídor Miguel de Ibarra, en el padrón encontró 1.753 indios.
La actual iglesia de Chía fue iniciada por Ricardo A. Garcia Párroco en 1887 y se finalizó la obra en noviembre de 1921. El puente del Común fue construido por el Ingeniero Español Domingo Esquiaqui, durante la administración del Virrey Espeleta. Fue declarado monumento nacional en 1967 y reemplazado por otro común y corriente que fue inaugurado en 1968. Por su situación estratégica en el cruce de caminos de oriente a occidente y haber sido ruta de las campañas de independencia y de las guerras civiles del siglo antepasado y por su proximidad con el Puente del Común, Chía fue centro de interés para turistas.
La casa de Yerbabuena existía en 1807 fue reformada en 1836 y en 1854 se le hizo capilla. De los episodios importantes que se presentaron esta casa está el establecimiento de un Colegio para varones en 1851 por los esposos Marroquín-Osorio, que funcionó hasta 1852
El Castillo de Marroquín está situado en predios de la antigua hacienda "El Castillo". Fue construido por Don Lorenzo Marroquín Osorio, hijo de José Manuel Marroquín y Matilde Osorio. Se edificó sobre planos traídos de Europa entre 1899 y 1900, bajo la dirección del Arquitecto Francés Gastón Lelarge con la colaboración de los maestros Julian Lombana y Demetrio Chávez fue restaurado en 1952 por Roberto Restrepo. En 1935 el Concejo Municipal de Chía se dispuso a construir en la plaza principal un monumento a la raza Chibcha, el cual fue ejecutado por Martín A. Jiménez, Alonso Neira M. y Luis A. Sánchez Valderrama, se inauguró el 12 de octubre de 1935.
ZIPAQUIRA
HISTORIA DEL MUNICIPO DE ZIPAQUIRA
El origen de la ciudad se remonta a tiempos anteriores a la conquista española, y se asume que su creación se debe al laboreo de las minas de la sal, que los conquistadores encontraron (Sistema de Tajo Abierto ). "Chicaquicha" fue el nombre indígena y autóctono que se utilizó, y significaba: “Pie del Zipa".
La población se asentaba en el punto denominado hoy como "Pueblo viejo", pero hacia 1692 se trasladó, debido a la poca amplitud de la meseta inicialmente ocupada, y a sus hondonadas y despeñaderos, que harían difícil el trazado y el desarrollo de la ciudad. Además, las fuerzas españolas ordenaban que en los pueblos de indios no vivieran españoles, negros, mestizos, ni mulatos, aunque hubiesen comprado los terrenos.
Estas apreciaciones se hicieron en el año de 1623 por el oidor y alcalde de la Corte de la Real Audiencia, don Francisco de Sosa. Allí se señalaron como “resguardos”, las tierras de los 321 indígenas que habitaban Pueblo Viejo. Enclavada en una bella sabana del centro del País, encontramos a la ciudad de Zipaquirá, la auténtica ciudad blanca, villa de la sal, villa de alcázares, “pie del cerro del Zipa” en el dialecto muisca. Nuestra heroica Villa se halla situada a una altura de 2650 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura media de 14 ºC., ocupa una superficie de 197 kilómetros cuadrados en un fértil suelo de predominante carácter agrícola, ganadero y minero.
Su cercanía con la capital de la república de tan sólo 47 kilómetros, le imprime una especial preponderancia en el campo cultural educacional, histórico y turístico. Cuenta con una población cercana a los 106.250 habitantes. Desde sus orígenes, la pintoresca Chicaquicha se perfilaba como un centro de comercio por excelencia. A ella acudían indígenas de Nemocón, Tocancipá y Gachancipá, por el preciado ORO BLANCO como se le conocía la sal. Una vez procesada esta se distribuía en recipientes de barro conocidos como Gachas en donde se producían los famosos panes o juiches resultado de la compactación de la sal luego de su consecuente cocción y evaporación. Este fue el comienzo de la próspera historia de Zipaquirá como eje del desarrollo económico no sólo de nuestro país sino de América Latina.
El origen de la primitiva ciudad se remonta a épocas anteriores a la conquista muy seguramente motivada por la explotación de las salinas. La población indígena se asentaba en el punto hoy denominado Pueblo Viejo, aproximadamente 183 metros más elevado del que ocupa en la actualidad. Años más tarde llega al poblado el oidor Luis Enriquez y divisando desde tan lúcido mirador el valle denominado Pacaquem, decide el traslado del pueblo hacia ese prominente campo.
El 18 de julio de 1600 tiene lugar la fundación española del nuevo pueblo de Zipaquirá integrando los indios de los corregimientos de de los repartimientos de Zipaquirá, Suativa, Tenemequisa. Golaque, Yaita, Cogua, Nemeza, Peza, Pacho y Tibitó con un total de 618 tributarios. Durante el transcurrir del siglo XVIII la actividad comercial derivada de la producción de la sal se convierte en factor determinante de la continua presencia de blancos en el poblado hasta tal punto que en 1692 se autoriza por la administración colonial la permanencia de algunos de ellos en el pueblo de indios. También hicieron presencia los curas doctrineros hasta 1751 cuando se produce la creación de la vice parroquia.
En 1779 se da por hecho la erección de la parroquia con la anuencia del Arzobispo y Virrey Don Antonio Caballero y Góngora, bajo la tutela de San Antonio de Padua. En 1790 el Virrey presenta el plan de constitución del Hospital Real de San Pedro de la Parroquia de Zipaquirá. La sustancial importancia que la ciudad va adquiriendo se verá incrementada en el siglo XVIII por su papel en el campo de las rentas nacionales y el comercio regional, ya que se convierte en el principal proveedor de sal en el centro del país. Poco a poco van apareciendo nuevas y majestuosas edificaciones dándose una transformación física significativa desembocando en un importante cambio político, siendo elevada a la categoría de Villa.
Hacia 1801 con motivo de la visita del sabio Humboldt y por orden del gobierno, se plantea la necesidad de mejorar el proceso de producción de la sal. Fue así como se realizó el primer sistema de túneles y hacia 1830 se modifica el procedimiento çde obtención de la sal. Usando para tal efecto el sistema de calderos metálicos. Pero a la par que se dan estos hechos de carácter económico se dan hechos de carácter político que van a ser determinantes en la historia de la ciudad y del país.
La presencia del gobierno español a través de la Real Audiencia y de las medidas que éstos tomaron en contra del pueblo, fueron causas de movimientos revolucionarios que tuvieron como epicentro la hidalga Zipaquirá. No en vano en 1781 la Plaza de los Comuneros se convierte en el lugar de encuentro de más de 10.000 comuneros a las órdenes de Berbeo congregados de 66 pueblos quienes esperaron la decisión real sobre las denominadas capitulaciones comuneras tendientes a derogar lo dispuesto por leyes, reales cédulas y órdenes del gobierno español. Éstas capitulaciones contenían importantes logros en materia de desarrollo socio económico para la ciudad y la nación.
Entre ellos la devolución de las rentas por la explotación de la sal. Aquí comienza para la ciudad un proceso que aún hoy continúa en desarrollo. En 1816 la ciudad cae en manos del Régimen del Terror y producto de esta tormentosa medida, caen varios hombres aguerridos y valerosas mujeres en injusta masacre que la historia conoce como el fusilamiento de los mártires de Zipaquirá. La participación de Zipaquirá en los demás procesos que condujeron a la libertad y la constitución de la nueva república fue determinante.
Un buen grupo de los nuestros sin más armas que la gallardía y el deseo de libertad acompañaron al General Bolívar en el propósito que consolidó a las cinco repúblicas hermanas. La nueva república trae consigo para la Villa de la Sal un alto grado de representatividad. En 1852 por decreto del Congreso de Colombia se da una nueva división administrativa dividiendo a Bogotá en cuatro provincias. Una de ellas la de Zipaquirá dando obviamente la cabeza de provincia a nuestra cudad.
Esto trae consigo un importante adelanto socio económico de grandes magnitudes. Una de las noticias más importantes fue la autorización del tren Bogotá – Zipaquirá lo que abrió las puertas al turismo así como un servicio cómodo, seguro y adecuado para la distribución de la sal para todo el país. Este liderazgo desemboca en la titularidad de Zipaquirá como capital del departamento de Quesada poco después de terminada la Guerra de los Mil Días. Fue tal la prosperidad de la ciudad que el 24 de diciembre de 1881 se funda el “Banco de Cipaquirá”, emisor de moneda y que funcionó en la histórica casa donde hoy funciona el Palacio Episcopal.
Con el avance de la revolución industrial llega a la ciudad el auge del ferrocarril, los primeros automóviles, vehículos de carga que entran a facilitar el estilo de vida y la distribución de productos como la sal. En 1930 un empresario zipaquireño don Hernando Camargo le da vida a la Flota Zipa, flota de buses que prestaba servicios de incalculable valor entre la ciudad y la vieja Bogotá La mitad del siglo XIX fue sin discusión la edad de oro de nuestra ciudad. Zipaquirá contaba con 19000 habitantes y era un Centro Industrial de marcada trayectoria.
Aquí funcionaba la Compañía salinera Los Andes, la empresa harinera la Estrella del Norte, una fábrica de gaseosas y otra de cerveza, 61 hornos o fábricas de sal, un pujante comercio, agricultura y ganadería. La bonanza de la sal era impresionante y además contábamos con los mejores centros educativos del país, en uno de los cuales estudiaba Gabriel García Márquez. El 15 de agosto de 1954 se inaugura la primera Catedral de Sal de Zipaquirá bajo la titularidad de Nuestra Señora de Guasá, lo que constituye el despegue de la imagen a nivel internacional de nuestra colonial villa, Ya en 1952 la ciudad había sido declarada como Diócesis dado el importante empuje y liderazgo a nivel regional y nacional.
Ya en los últimos 20 años, la historia ha cambiado de manera sustancial. Se tuvo que cerrar la antigua catedral por debilitamiento en sus estructuras y el 16 de diciembre de 1995 es inaugurada la nueva Catedral construida en el nivel potosí de la zona de explotación, con una inversión de 8 mil millones de pesos y generó cerca de 187 empleos directos. En el año 2000, Zipaquirá recupera las rentas por ingreso a la Catedral de Sal. Esto genera una serie de cambios económicos y culturales en la ciudad. Este es un rápido viaje a través de la historia de nuestra GRAN CIUDAD, eje de Desarrollo del país, cuna de la historia, ejemplo de sabiduría, de tenacidad y puerta al futuro de las nuevas generaciones.
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